Aunque el Stedelijk Museum de Amsterdam organizó una exposición de su obra en 2002, sería un año después cuando Grayson Perry saltara a la primera línea mediática. Y eso por dos razones. La primera por ser el primer ceramista en ganar el Premio Turner 2003 y, la segunda, por acudir a recoger el premio travestido de su alter ego Claire.
El hecho de acudir vestido de mujer a la entrega del premio, no fue una pose para el momento, y es que Perry desde muy joven mostró inclinación a travestirse en femenino en una actitud que le costó serios problemas familiares hasta llegar a una falta de entendimiento que hizo imposible la convivencia.
Su paso por la escena punk de su lugar de origen y la posterior vivencia londinense en la que llegó a competir con Boy George por ver quien llevaba el atuendo más extravagante a los locales de moda, son situaciones que se van a reproducir en sus jarrones, cuencos, tazas realizados en cerámica, con incursiones también en el textil o el dibujo.
Unas obras que vistas desde una cierta distancia aparentan tener un elemento poco más que decorativo, con las formas, los colores. Sin embargo, cuando se pueden ver de cerca de repente todo cambia, toda la primera percepción que habíamos tenido salta por los aires y nos encontramos con un panorama que le han valido calificativos como el de “visionario apocalíptico” que le otorga Henry Little.
Con el uso de técnicas muy diversas, nada habituales en las vajillas tradicionales, Perry da rienda suelta a todas sus contradictorias realidades interiores, a sus experiencias sexuales, a la violencia que nos rodea, con personajes muy bien salidos de una Alicia en el país de las pesadillas, pasadizos a los lados oscuros, miedos, angustias.
Con todo ello, Perry ha conseguido abrir un nuevo camino expresivo al mundo de la cerámica, cambiando radicalmente la concepción de lo que entendemos tradicionalmente por una vajilla cerámica, vinculada a lo utilitario y lo decorativo, y transformada por el genio de Perry en un camino de transmisión de ideas, de ideología, de reflexión.
“Creador de piezas que danzan entre la inocencia y la bofetada, en ellas conviven curiosamente la decoración con la denuncia, y lo onírico con el dolor infantil, la brutalidad y la perversión sexual, en un intento del artista por reflexionar ‘sobre las fracturas de la sociedad contemporánea’. Según comenta sobre sus propias obras, lo que intenta ‘es hacer algo que se vea como una bella pieza de arte, pero en la que, en un examen atento, una polémica o una ideología salga de ella’”, escribe Antonio Arco.
"Mi trabajo siempre ha tenido algo de táctica guerrillera, de aproximación furtiva", dice el propio Perry.
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