Representante de la conocida como escuela de Leipzig, ciudad en la que hizo su formación artística, Eitel entró en el mundo del arte global a partir del año 2002, año a partir del cual es un habitual en exposiciones en todo el mundo. Eso con unos cuadros realizados a partir de fotografías o fotogramas de películas, luego llevados al lienzo de una forma muy particular.
Con una clave realista, Eitel coge elementos que le resultan llamativos de esas fotografías y luego los une en una suerte de descontextualización de elementos extraídos de la realidad y configurar, así, una nueva realidad, diferente, de espacios muchas veces vacíos de personas pero en los que quedan restos de actividad humana.
Montones de bolsas de basura, un carrito de supermercado abandonado lleno de bolsas, elementos que nos hablan del paso de los seres humanos por allí pero que ya no están físicamente. Eso nos deja una inquietud en medio de una atmósfera ligeramente inquietante definida por una paleta en general oscura. Eso ayuda a pensar en los agujeros negros, esa suerte de sumideros espaciales de los que la energía no puede escapar.
Otras veces pinta personas, personajes que pueblan las calles de pueblos y de ciudades y a los que apenas si prestamos atención. Son los desheredados, esa legión de personas que habitan en los lados oscuros de nuestra realidad que nos esforzamos por ignorar, tal vez avergonzados de reconocer nuestra parte de culpa en su situación.
Grupos de escolares que aparecen apiñados en un interior que parece ser un museo de cuyas paredes no cuelga obra alguna, sólo lienzos grises o azules oscuros. Alumnos de alguna escuela o instituto definidos por sus uniformes, por camisas blancas que rompen la monotonía del espacio que los acoge, quien sabe si tan monótono como la propia existencia o metáfora del interés de los más jóvenes por el mundo del arte.
Personas individuales o en grupo, que no miran al espectador, le rehúyen la mirada recluidos como están en un mundo con reglas propias, un mundo distinto al nuestro, formado a golpe de distintas realidades superpuestas, capaz, al parecer, de fagocitarlos, de convertirlos en seres huidizos, melancólicos y con un punto siniestro. Y es que algo parece que está a punto de romper por algún sitio desencadenando acontecimientos incontrolables.
Eitel nos propone un mundo emocionalmente complejo, de paleta abstracta para acoger a elementos realistas, a fragmentos, memorias o recuerdos de la vida cotidiana en mundos en los que da la sensación de que el tiempo ha salido corriendo, está ausente y todo se llena de una impresión de vacío existencial.
Alguno habrá que diga...yo cogo cuatro bolsas de plástico y ale...creo una obra de arte...que equivocados verdad??
ResponderEliminarSaluditos Alfredito!! ^^
Muy interesante.
ResponderEliminarAbrazos.
MONIK: Dirán eso y aquello de "eso lo pinto yo". En fin, así son las cosas. Cuando no hay talento es lo que ocurre.
ResponderEliminarUn beso!!
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BALAMGO: Además un pintor que trabaja a partir de fotografías, un mundo que estás ahora mismo estudiando por lo que me has dicho.
Un abrazo!!
muy curioso...pinta lo cotidiano que nos rodea....y precisamente por eso no reparamos en ello, hasta que nos lo exponen artisticamente, y hasta nos desconcierta.
ResponderEliminarA veces está bien que alguien nos ponga delante de los ojos esas cosas que vemos todos los días pero a los que no les prestamos atención. Es como cuando nos falta algo que nos hacemos de pronto más conscientes de lo importante que era para nosotros.
ResponderEliminarBesos!!
Un artista atento, sensible a su alrededor y al nuestro. Después está ver si me gusta lo que veo... pero que es una creación destacable, no hay dudas.
ResponderEliminarun fuerte abrazo, Alfredo.
P.D. he visto otras obras también, y si...me trasmite algo especial, me gusta!
La realidad convertida en arte para dar lugar a otra realidad, o a una reconstrucción de una cierta realidad. Lo peor que le puede ocurrir a una obra artística sea del género que sea, es que deje indiferente.
ResponderEliminarUn abrazo forzosamente virtual!!