De todas las películas que he visto a lo largo de mi vida, esta es la que historia más alegre que jamás se ha contado acerca de algo tan triste como es la muerte. Un canto que quisiera poder entonar uno para sí cuando llegue a tan fatal encrucijada. Una muerte que aquí no es una vieja y fea calavera, guadaña en ristre, sino transmutada en mujer hermosa, vestida de blanco y que te acoge amorosamente entre sus brazos.
Amén, claro está de ese auténtico testamento musical que el protagonista firma en un ambiente típicamente kitch de finales de los años 70, con ese tema fantástico que se titula Bye, bye life (parodia del Bye, bye love), y con el que abro este artículo.
Joe Gideon, al que da vida un fantástico Roy Scheider, es un coreógrafo, alter ego del propio Bob Fosse, al que le repugna profundamente ser una persona convencional y que siente un gran miedo al fracaso, y que tiene una rutina matutina que siempre incluye música de Vivaldi, cigarrillo, ducha, dos pastillas efervescentes y dexidrina, parada ante el espejo para decirse a sí mismo “el espectáculo debe continuar”.
Un espectáculo que es su propia vida, convertida en un musical continuo en el que se van sucediendo las escenas y, claro, las mujeres: la ex esposa, su hija adolescente, y algunas amantes que se van cruzado en su camino, y a las que miente por miedo a quedarse solo.
Todas las adicciones sumadas terminarán por pasar factura a su cuerpo, y ni siquiera en el hospital podrá poner freno a sus excesos, mientras los productores se frotan las manos pensando en los beneficios que obtendrán si Gideon muere a su debido tiempo, en lo que supone una crítica muy ácida acerca de todo lo que se oculta detrás de las bambalinas del mundo del espectáculo, en el que envidias, críticas feroces, y el dinero a cualquier precio son el pan de cada día.
A lo largo del metraje de la película, Fosse, director también de Cabaret o de Chicago, va desgranando unos números musicales que irán adquiriendo complejidad según se acerca el final de la película, hasta el crescendo final. Algunos de ellos como es el caso de Aerótica, con muy poco consiguen una atmósfera de gran belleza y, en este caso, cargado de erotismo.
Humor canalla es el que destila Gideon en cada una de sus apariciones, y al que no renunciará en ningún momento, hasta alcanzar la catarsis al que le conducirá un corazón roto, casi tanto como aquellos que el mismo fue rompiendo a lo largo de su largo caminar por el lado femenino de la vida.
Aunque hace años que la ví, sin duda alguna, una gran película, con una música estupenda y, como dices, una muerte realmente bella. Así, da gusto morirse. Cordialss saludos.
ResponderEliminarYa llevaba un tiempo buscando esta película para volver a verla, porque tenía un gran recuerdo de ella, y eso se ha confirmado totalmente. Una película imperecedera, y uno de los tres únicos musicales que han conseguido la Palma de Oro en Cannes.
ResponderEliminarUn abrazo!!
En su momento la vi y me maravilló. La volveré a ver, seguro que encuentro una mirada nueva e interesante como para disfrutarla con ganas.
ResponderEliminarun abrazo.
p.d. qué temaso!!!
Una película para ver muchas veces, porque tiene mucho en lo que fijarse.
ResponderEliminarBuen fin de semana!!