En algún lado escuché al escritor cartagenero decir que El asedio es un compendio de todas sus novelas anteriores, y una vez leída es imposible no coincidir con esa afirmación. En esta historia encontramos ecos que nos remiten a El Húsar, La carta esférica, La tabla de Flandes o Un día de cólera, por ejemplo.
Una novela en la que se entrecruzan hasta seis historias diferentes, pero con un único personaje principal: la ciudad de Cádiz. Un Cádiz sitiado por los franceses en 1811, en la que conviven prostitutas, comerciantes, soldados, marineros, contrabandistas, policías, políticos, refugiados y todos los elementos de una fauna de ciudad portuaria que, sin saberlo, está viviendo el crepúsculo de su gloria. Una ciudad con mar sobre la que se desarrollan varias partidas de ajedrez simultáneas, viviendo a medio camino entre la angustia y la frivolidad.
Una ciudad en la que se discute el futuro de España, de la que saldrá una constitución de corte liberal que, sin embargo, no servirá para parar el absolutismo real en lo que fue la oportunidad perdida (una más) para convertir a España en un país homologable a sus vecinos continentales. Una Cádiz a la que llegan inquietantes noticias de independencia desde el continente hermano, sobre el que ya sobrevuelan los buitres francés e inglés para hacerse con los despojos.
Para cualquier lector avezado en el universo revertiano, tanto la historia como los personajes tienen un inconfundible aire de familia, con esos personajes enfrentados a la fatalidad desde un heroísmo callado teñido de fatalismo, esas mujeres que saben mucho más de lo que dicen mientras afuera llueve y un siniestro asesino mata con extrema crueldad a mujeres jóvenes.
Asesinatos que cruzan la ciudad, que dejan un rastro de sangre despiadado, mientras un policía busca motivos, causas, porqués, como si la crueldad humana tuviera que responder a algún tipo de lógica. Los hechos se van incardinando en una geografía de la obsesión, en la que cada personaje tiene la suya propia (encontrar a un asesino, la próxima víctima, sobrevivir…).
Patrias personales hechas de jirones de la propia vida y de las ajenas que transcurren por calles en penumbra, donde la luz diurna es tan fuerte que difumina los contornos casi tanto como las sombras de la noche y el mapa se teje a medio camino entre lo folletinesco, la novela policiaca, la romántica y la de aventuras. Un cóctel de 700 páginas para servir agitado pero no revuelto.
Alfredo !ave!. Ya sabía yo por donde iba Reverte con esta novela. Promete mucho, habrá que leerla, tú me animas a beber ese cóctel que quema y que estimula. Bsito
ResponderEliminarLo que más me ha gustado de esta novela, es precisamente la ambientación, ese deambular por las calles y callejuelas de un Cádiz en la encrucijada, trasunto del propio país.
ResponderEliminarBesos!!
Me gusta leer a Pérez Reverte, aunque no lo he leído todo.Este en particular tiene un especial atractivo para mi. Un abrazo.
ResponderEliminarPues a por ella.
ResponderEliminarBesos!!
A los dos Alfredos os cito en mi jueves 2 de nombres, nombrados estaís. Bsito.
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