Fotógrafa india que se inició por la vía del fotoperiodismo para seguir su carrera por derroteros más artísticos pero sin perder nunca de vista a las personas, sus circunstancias, los lugares en los que se desarrolla su vida, los paisajes que las rodean. Personajes que están presentes incluso cuando están ausentes, cuando nos deja esas fotografías de paisajes urbanos, de interiores que parecen abandonados, en los que vemos elementos cotidianos (mesas, armarios…) que nos hacen preguntarnos por las personas que no vemos, ausentes, queremos saber qué ha sido de ellos y porqué han dejado las cosas de esa manera.
Es un juego de presencias y ausencias, un juego muy bello y muy tierno, pero también duro, dramático. Singh ha explicado que “por mi formación como documentalista, mis primeros trabajos están centrados en dramas personales, en esas historias terribles que se viven de puertas adentro”. Unas historias que tienen, en las mujeres a sus protagonistas fundamentales, a través de las cuales habla de “temas universales como el amor o la pérdida”, en palabras de la propia fotógrafa.
Unas fotografías que nos permiten adentrarnos en la diversidad de todo tipo (social, religiosa, cultural) de la India, sin caer por ello en los tópicos, porque si habitualmente las imágenes que nos llegan de ese país nos presentan multitudes subidas en trenes o participando en alguna fiesta religiosa importante, Dayanita Singh nos presenta retratos y lugares por los que han transitado personas, lugares en los que los seres humanos han dejado su huella y por ahí podemos rastrear su presencia en algún momento anterior a la toma fotográfica.
Especialmente emocionantes son los retratos que le hace a Mona Ahmed, un eunuco con el que acabaría por trabar amistad, y que iban a ser publicados en un periódico británico y que terminaron siendo el motivo de un libro. También las internas de un centro de mujeres en Benarés, mujeres de la alta sociedad, son protagonistas de alguna de las series que le han dado fama a Dayanita Singh. Una autora que tiene deudas artísticas con la música y la literatura, tanto occidentales como de la India, como los libros de Michael Ondatjee o Italo Calvino, o el músico indio Zakir Hussain.
Aveek Sen, en su artículo dedicado a esta fotógrafa titulado A distance of one’s own, rastrea otras influencias en la obra de Singh, y cita a pintores como Vermeer, Velázquez y Sargent, en relación a los interiores suntuosos que muestran las fotos de Singh, (¿o son los interiores los que dan forma a las personas?, se pregunta Sen), con “todo el drama de la oscuridad y de la luz, sombras y sustancia, que inviste a sus historias con una belleza inefable”. Composiciones que el autor del artículo también encuentra en el cine europeo de los 50 y 60, y cita La dolce vita de Fellini, La notte y L’avventura de Antonioni, o Last year in Marienbad de Resnais.
Pasado un tiempo, dejará de lado los personajes y pasará a los paisajes, a escenarios que son testigos silenciosos de generaciones invisibles. Motos alineadas en una fábrica esperando a que alguien pase a recogerlas o no, filas de asientos vacíos en un auditorio esperando pacientemente por un público que llegará para sentarse en ellas, o que no lo hará nunca. “La fotografía en blanco y negro es la forma más frágil de arte. Quiero que mis imágenes tengan un interés histórico para futuros investigadores”, en palabras de la propia artista.
Emocionantes, más que impresionantes, las fotos y conmovedor el texto, ese "juego de presencias y ausencias, un juego muy bello y muy tierno, pero también duro, dramático".
ResponderEliminarGracias Vane por el comentario y el elogio que tiene que ser todo para la obra de Dayanita Singh. Me alegro de que te haya gustado.
ResponderEliminarUn abrazo!!