Ni una obra maestra como opinan unos, ni un bodrio infumable como dicen otros. Después de ver esta película francesa yo me quedo en un punto intermedio, ni tanto ni tan poco. Una historia que se llevó siete estatuillas en los premios César (los Óscar de Francia), incluyendo el de mejor actriz que fue para Yolande Moreau, la encargada de dar vida a Séraphine Louis, la protagonista absoluta de la película, tanto que hasta le da el título a la misma.
Sucintamente, se nos cuenta una parte de la vida (cuando se inicia el relato Séraphine ya pasa de los 40 años), de una mujer sencilla que vive de hacer tareas domésticas en casas ajenas y que siente un impulso irrefrenable de pintar siguiendo unas voces celestiales que la impelen a pintar siempre elementos de la naturaleza, fundamentalmente árboles y flores. En estas llega a su pueblo, Senlis, el marchante de arte alemán Wilhelm Uhde (Ulrich Tukur), un profesional con buen ojo que fue uno de los primeros en descubrir la pintura de personajes como Picasso o Rousseau el Aduanero.
Un día, por casualidad, descubre una pequeña tabla de Séraphine y se interesa por una obra en la que encuentra algo cautivador, primitivo, sincero, directo, y anima a su protagonista a seguir pintando. La relación entre ambos personajes no quedará libre de las vicisitudes bélicas y económicas (crisis del 29), hasta llegar a su desenlace.
Provost rodea a su película de un ambiente inequívocamente francés, que ya hemos visto en multitud de filmes llegados de aquel país, para dejarnos una historia que algunos califican de minimalista por su sencillez, su parquedad en unos diálogos en los que apenas si hay cosas superficiales, para una película de corte biográfico (Séraphine Louis existió realmente y vivió entre 1864 y 1942) en la que las personas y sus relaciones, su imaginario personal, su relación con el mundo del espíritu, son el eje central de todo lo que acontece.
Tiene un interés especial para aquellos amantes del arte, que podrán descubrir a una pintora muy poco conocida, que desarrolló su obra en un momento de gran efervescencia artística en el continente europeo y marcado profundamente por dos guerras mundiales y una crisis económica también de escala global. Séraphine tiene su fuente de inspiración en la Virgen y demás corte celestial, hasta el punto de que cuando pinta canta canciones religiosas, y sigue esas voces mientras gobierna los pinceles hasta caer derrotada por el cansancio.
Un camino artístico en el que conocerá todos los estadios más o menos clásicos, desde el descubrimiento casual, hasta su crecimiento como artista que le permitirá vivir de su arte, y el desplome final que la llevará al sanatorio mental y la muerte en la indigencia. La propia Moureau definió a su personaje como una virgen arrasada por su amor a la naturaleza y a Dios y que apenas conoció el éxito a pesar de su enorme talento, según se recoge en una información sobre la película facilitada por la Agencia EFE. No esperen grandes cosas pero si pueden veanla.
La quiero ver. Seguro me va a gustar.
ResponderEliminarEste fin de seman vi VISITA INESPERADA, te la recomiendo.
Luego me dices, si?
Un abrazo.
No conocía a esta artista ni la película, pero esta entrada me ha incitado a verla, aunque no sea una obra maestra, como bien dices. En todos lados se aprende algo nuevo. Hoy he pasado por el blog y me resulta muy interesante; seguiré pasando.Saludos. Paco
ResponderEliminarCAS: Ya me dirás cuando le eches un vistazo cual es tu opinión. No sé qué película es esa que me recomiendas, pero en cuanto tenga un rato la buscaré y te diré.
ResponderEliminarBesotes!!
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PACO: Yo tampoco la conocía antes de esta película. Los amantes del arte le encontramos algunos puntos de interés además de la propia historia de esa mujer.
Un saludo!!