“Cuando empecé quería plasmar la iconografía figurativa, las personas y los lugares que me rodeaban, y hacerlo con mis propios medios. Eso me llevó a un estilo como de cómic o ilustración que me parece adecuado para lo que hago. Y lo mantengo desde entonces”.
“Si uno se fija en el pasado, las categorías de arte popular y alta cultura se desmoronan. Shakespeare no era una pieza de museo. Si hago un dibujo de surf, o de Mickey Mouse o de lo que sea, no significa que me esté rebajando ni que esté haciendo un comentario irónico...”.
“Hubo una época en la que tomaba muchas imágenes de la televisión. Tenía un vídeo con el que grababa lo que ponían y luego veía los fotogramas, pasándolos en lapsos de cinco segundos. Si miras la tele desde un punto de vista puramente gráfico, casi todo son planos con cabezas que hablan; las únicas composiciones visualmente interesantes tienen que ver con algún tipo de violencia: armas, puños, cuerpos y cosas así. De modo que no es que me atraiga la violencia o los gángsteres sino que me parecía algo visualmente interesante. Y, en realidad, lo mismo sucede con el resto de mi imaginería: no creo que haya una implicación emocional o un compromiso de algún tipo detrás de la elección de mis temas. Ahora bien, me temo que voy a estar pagando toda mi vida por ese asunto del vídeo: una vez que ciertas cosas entran a formar parte del discurso crítico, se replican como un virus, de manera que lo primero que piensa la gente de mí es que me gusta la violencia”.
“Mi obra es mucho más narrativa que el cómic o los dibujos animados. Siempre me ha gustado más escribir, aunque dibujar es otra de mis ocupaciones preferidas. La literatura es mi principal influencia. En algunas ocasiones, el texto de mis obras está tomado o robado de diversas fuentes pero en otras la escritura es mía. Ahora bien, si alguien tomara cada uno de mis dibujos y rastreara el camino hasta su fuente, en la gran mayoría de los casos se llegaría a un libro o un texto”.
“Muchas veces la imagen y el texto están en una situación de disyunción total o guardan entre sí muy poca relación; a veces es el azar el que los une. Pero no sé en qué medida puedo decir que sea algo que hago conscientemente. Nunca se me ha dado bien planear o dirigir mi trabajo hacia una meta específica. El trabajo de Eisenstein giraba en torno a la superposición o el choque de imágenes, con fragmentos, montajes y esas cosas. Pero eso también puede convertirse en una perogrullada, si se lleva demasiado lejos”.
“No creo que convenga separar el dibujo del texto a la hora de analizar mis obras. El uno depende del otro. Siempre hay una imagen implícita en mi escritura, y casi siempre que hago un dibujo acaba llevando un texto. Pero bueno, esto empieza a sonar como si estuviera disculpándome por el texto, como si fuera una impureza impuesta sobre la imagen visual; en el arte la impureza no es un pecado mortal, es un espacio a través del cual debes moverte”.
“Tiendo a pensar que algunos de mis primeros trabajos son mejores de lo que se esperaba de mí entonces, o incluso ahora. A veces pienso que mi obra está perdiendo algunas de las ventajas que ofrece el dibujo: su sencillez, o su capacidad para representar las cosas con unos pocos trazos del pincel, sin trabajarlas una y otra vez, sin probar distintas versiones, sin borrar y pintar encima... Desde luego, no está mejorando. A veces me gustaría poder volver atrás, a mis primeros dibujos, pero no creo que eso sea posible”.
“Mis primeras referencias eran las historietas de humor político en los periódicos, las que salen en las páginas editoriales. Ése es mi principal punto de partida. Yo tomo prestado de todo y de todos lados, personajes de la televisión, de los dibujos animados”.
“La contracultura de los sesenta-setenta surgió en Estados Unidos entre gente que tenía acceso a medios de comunicación y que a la vez podían ser llamados a filas para combatir en la guerra de Vietnam. Ahora es distinto. Hoy los medios de comunicación se han hecho tan cómplices del régimen político que ya no hay separación, no hay distancia crítica alguna. Siempre habrá disentimiento. El espíritu de la contracultura de los setenta sigue estando ahí pero no tiene la misma fuerza, ni la capacidad de reacción en las calles que en esa época. Es lo que llamamos la mayoría silenciosa. De todas formas, yo no represento a nadie más que a mí mismo".
no lo conocía
ResponderEliminary reconozco
que no sé si tanto me ha gustado lo que trabaja sino la calridad de lo que piensa o cree
un gran saludo alfredo
Me parece un ejemplo muy coherente entre forma y mensaje.
ResponderEliminarUn abrazo!!