viernes, 13 de julio de 2007

Blas de Otero

Igual que vosotros

Desesperadamente busco y busco
un algo, qué sé yo qué, misterioso,
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no sé con qué, los ojos.

Desesperadamente, despertando
sombras que yacen, muertos que conozco,
simas de sueño, busco y busco un algo,
qué sé yo dónde, si supieseis cómo.

A veces me figuro que ya siento,
qué sé yo qué, que lo alzo ya y lo toco,
que tiene corazón y que está vivo,
no sé en qué sangre o red, como un pez rojo.

Desesperadamente, le retengo,
cierro el puño, apretando al aire sólo...
Desesperadamente, sigo y sigo
buscando, sin saber por qué, en lo hondo.

He levantado piedras frías, faldas
tibias, rosas, azules, de otros tonos,
y allí no había más que sombra y miedo,
no sé de qué, y un hueco silencioso.

alcé la frente al cielo: lo miré
y me quedé, ¡por qué oh Dios!, dudoso:
dudando entre quién sabe, si supiera
qué sé yo qué, de nada ya y de todo.

Desesperadamente, esa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto
qué sé yo en qué, sin qué, oh Dios, buscando
lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros.

A la inmensa mayoría

Aquí tenéis, en cato y lama, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al aviento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.

El mar

Lo primero que vieron mis ojos fue el mar: violentamente, como siempre estuvo el Cantábrico ante mí, airado, refunfuñando y dándome la razón a regañadientes.
Pasaron muchos árboles y meses y estaciones, al fin me hallé en el límite de Tarragona con el Mediterráneo, parado en el andén, mirándome a las manos, tan distinto de como lo vi en la guerra, tres veces más cruel y siempre mirándome, parado, a las manos.
Más tarde bajé a los mares de China, jadeantes de nocturno marfil, según hice constar en una angosta callejuela de Pekín. Sin más, salté hacia el Báltico, yo pisaba su lisa espalda de lámina indiscutiblemente fría, restos estalinistas, trizadas cruces nazis.
Ahora, esta tarde, golpean las olas en la memoria, olas redondas, locas, con coronas de tela, mientras el mar Caribe se abre a mi vista limpio como un cristal donde hubiese caído esa asquerosa mosca del consabido buque norteamericano.

4 comentarios:

  1. MIrá vos´! Que buenoa escritos!...Blas de Otero..la verdad es que nbo lo conocía..:( mmm... qué ignorancia la mía!:8 Peor ese sentimiento reflejado....esa fuerza...me encantó, me atrapó...y sobre el mar...qué decir, sobre el mar.... si es la inmensidad...
    Besos desde el otro lado del marr, asturiano! jeje...BUEN FINDE!
    QUE LO DISFRTUTES, BESOS!

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  2. Me olvidé! Me encanta esa foto de las manos....parecen simplemente dos manos a punto de agarrarse... pero creoq ue demuestra mucha `pasión...quizás por lo que uno imagina qué vendrá después de la unión de las manos de los dedos...no? un simple paseo puede ser también...jeje...es de una peli...la foto?
    Cuidate muchio!

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  3. Qeu prodigalidad bloguera, pase por aquí

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  4. La foto es de la película La delgada línea roja y ciertamente es una imagen muy evocadora, y es que con las manos podemos llegar a comunicar muchas cosas.

    Jesús, gracias por la visita.

    Un saludo para los dos!!

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