viernes, 29 de junio de 2007

Maybe you’re Juliet, but I’m not Romeo

La primera frase del estribillo de la canción Was Romeo Really a Jerk (¿Realmente fue Romeo un imbécil?), incluida en el disco Unza Unza Time, editado en el año 2000, nos sirve para esta reflexión en torno a la vinculación musical del bosnio Emir Kusturica (Kusta para los amigos), más conocido por su trabajo como director de cine, pero que también tiene una carrera musical con el grupo The No Smoking Band.

Un grupo que se forma en 1980 como un grupo de tecnorock gitano, lo que ya empieza a dar una idea de la mezcla que se puede encontrar en las canciones del grupo, unas canciones que ya desde sus inicios causaron la polémica e incluso la censura en la antigua Yugoslavia, debido a unos textos irreverentes y de una virulencia irónica que molestó a las autoridades. Ironía que ya aparece en el nombre, en el que se recoge la ambigüedad de la naturaleza de lo que fuman o dejan de fumar los miembros del grupo.

Sería en 1986 cuando Kusturica se integra en el grupo como bajista. La llegada de la guerra que terminó por desmembrar un país imposible, obligó a refundar el grupo ya en Belgrado, en el que entra el hijo de Kusta, Stribor como batería. Refundación que no alteró en absoluto el espíritu de la banda, con una música electrizante, en la que sobre una base de rock, se suman los sonidos de las típicas bandas de viento metal de los Balcanes (protagonistas fundamentales en muchas de las bandas sonoras de las películas de Kusta), los sonidos gitanos, el jazz y con lo que caiga en sus manos, unido a esa forma de tocar a velocidades de vértigo, con letras en inglés, bosnio o alemán.

Unza Unza Time incluye 16 temas que combinan a la perfección la lucidez y la emoción a partes iguales “dos componentes sin los que el arte no es posible, a los que se une el leguaje de la calle y la parodia, los auténticos héroes de un auténtico drama social”, tal y como se dice en el CD.

Su actitud ante la música tiene enlaza, al menos en espíritu, con la tradición de los anarquistas sarajevitas (la banda en sus orígenes se definía como un grupo punk-anarquista), de ahí que no duden ni lo más mínimo en tomar aquellas músicas que más les influyen en el momento para enfrentarse a ellas con una actitud absolutamente anarquista y sacar de ellas arreglos que parecen imposibles y generar una mezcla explosiva, casi tanto como la de aquel anarquista cuyo atentado terminó por desencadenar la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, cuando se escucha su música uno no puede por menos que sentir el latido de fondo de una melancolía que tiene mucho que ver con influencias asiáticas (turcas, armenias e incluso de la India), fundidas en ese crisol de culturas y, por extensión, de músicas que se genera en los Balcanes, esa región del mundo de la que se dice que produce más historia de la que es capaz de consumir.

Emociones profundas acunadas en el tiempo de los siglos, han sido el caldo de cultivo de una personalidad absolutamente única, de la que este grupo, y el propio cine de Kustu o de Paskaljevic, son unos representantes absolutamente fieles.

“Unza Unza Music fue creado en los laboratorios más sofisticados por científicos que buscaban la fórmula de la bomba atómica, con la intención de preservar la integridad y la soberanía de todos y cada uno de nosotros. Lo que esos científicos acabaron por descubrir fue que Unza Unza Music es el método más efectivo de producir extra-proteínas, al sustancia indispensable para poner en marcha la función vital de todas las formas de vida: el amor”.

“Esto les llevó a descubrir la última verdad: el baile es sexo”.

Dr. Nelle Karajlic (líder del grupo) dixit.


jueves, 28 de junio de 2007

Gudmundur Gudmundsson (Olafsvik, Islandia, 1932)

Bajo ese nombre difícilmente pronunciable, se esconde el pintor que firma sus obras como Erró, un representante de la Figuración Narrativa francesa, que apareció ante el público allá por el año 1964 como elemento reactivo contra el informalismo imperante por aquellos años. Una figuración en la que también tendría su presencia el español Eduardo Arroyo.

Las bases de partida de este movimiento, y que se ven claramente en la obra del islandés, quien pasa muchos meses al año en la isla balear de Formentera, tienen una gran proximidad al Pop Art, con la diferencia sustancial de la preocupación que tienen los miembros de esa Figuración Narrativa, por los temas de calado social, en lo que se puede entender como una vuelta de tuerca a un código visual aceptado por crítica y público al que se dota de un contenido del que carecía en origen.

Erró es un pintor que utiliza diferentes técnicas pictóricas, que van desde el collage al óleo, pasando por los esmaltes brillantes al servicio de unos temas que suele trabajar en series como son las que dedica a las femmes fatales, la historia del arte, las pinturas chinas, el espacio y el homenaje a los cómics norteamericanos, sobre todo a los de la Marcel, sin dejar de lado a los patrios Mortadelo y Filemón, o algunas de las figuras de la Disney o a Flash Gordon.


Todos esos elementos mezclados de tal forma que en sus cuadros es posible encontrar reproducciones libres de obras muy consolidadas de la historia del arte, como puede ser El Grito de Munch, combinados con elementos que proceden de los medios de comunicación de masas o del mundo de las historietas bélicas o de superhéroes, generando composiciones perfectamente integradas, que no chirrían, deslumbrantes de colorido pero que también tienen un mensaje de fondo al que hay que intentar llegar abriéndose paso entre esa exhuberancia colorista, que da a sus obras un primer aspecto divertido, irónico, desenfadado que, al espectador menos avisado, puede hacerle oculta la lectura profunda que se puede llegar a extraer de la obra de este islandés entre cuyos artistas de cabecera se encuentra El Bosco, cuya obra conocerá en los años 50 durante su primer viaje a España y su visita al Museo del Prado.


Son obras las de Erró capaces de combinar la composición equilibra con la inestabilidad, la tranquilidad y el miedo, la guerra y el sexo, por medio de unas imágenes de tintas planas, estandarizadas, muy de estética del cómic y que nos pueden llegar a parecer frívolas. En sus obras se puede leer un mensaje de índole política (Mao será un personaje que repetirá en algunas de sus obras), mensaje que él mismo reconoce cuando afirma que lo mejor que hizo fue coger un petate y dar la vuelta al mundo durante un año en 1970. "Aquel que vivió, viajó, creyó en aquellos años está irremediablemente politizado", ha dicho alguna vez.


Un contacto con la realidad que casi convierte a su obra en una crónica periodística, como la que traza con sus obras sobre la invasión de Iraq y que titula God bless Iraq (Dios bendiga a Iraq) planteando un juego irónico con el más famoso God bless America. Como afirma Óscar Caballero en un artículo que firmó en la revista Descubrir el Arte (nº 74, abril 2005): "Curiosa temática esquizofrénica: desde siempre la obra de Erró salta del surrealismo al hiperrealismo, del ensueño al compromiso político".

"La pintura es el laboratorio de lo posible". "Es una forma de utopía que responde a las necesidades de encontrar placer". "Me permite estar solo y realizar una labor creativa que tiene mucho de artesanía". Eso ha dicho Erró acerca de su forma de entender la pintura.

lunes, 25 de junio de 2007

Zhang Huan (Anyang, Henan, China, 1965)


"El arte es como una relación sentimental: cuando te desprendes de la razón te descubres a ti mismo"

El estilo artístico de este artista chino, está a caballo entre la fotografía, el vídeo y la performance, habiendo sido de los primeros artistas chinos en utilizar esa última forma artística como medio de expresión artística. El cuerpo, su propio cuerpo es, en muchas ocasiones, su territorio de experimentación, para lo que no duda en someterlo a pruebas que en ocasiones son de una gran dureza. Es la forma que tiene de buscar respuestas en la relación entre la carne y el espíritu, al mismo tiempo que le sirve para criticar de forma virulenta los postulados salidos de la Revolución Cultural de Mao.

Los rituales que tanto definen a la cultura oriental, en la que tomar una simple taza de se te convierte en una acción mística rodeada de un ceremonial que trasciendo la simpleza del acto y lo eleva a la categoría metafísica, es una de las influencias que subyacen en el trabajo de este creador, que ha expuesto su obra en la edición de este año de PhotoEspaña. Huan se describe a sí mismo como un artista conceptual que utiliza la fotografía para registrar esos conceptos, mientras que su cuerpo le sirve para conocer de primera mano sensaciones extremas, esas que ponen de manifiesto la fragilidad del individuo y de su condición humana y que le llevan, en última instancia, al misterio de la relación entre cuerpo y espíritu.
El cuerpo como elemento que percibe pero que, al mismo tiempo, nos sirve para ser percibidos, una forma de identidad que afronta desde la soledad extrema de algunas de sus performances, en las que toma como punto de referencia el vacío que nos deja en ocasiones la vida en las grandes ciudades, en las que todos somos desconocidos, en las que estamos rodeados permanentemente de desconocidos; ciudades con espacios degradados, con espacios públicos que nos deberían de servir como solaz y que acaban convertidos en espacios inhóspitos, amenazadores que hacen que el hombre permanezca en conflicto constante con la naturaleza.

Lo estático vence a lo dinámico. Eso dice un refrán chino y eso es un componente fundamental apara entender (aunque en una entrevista a El País, negaba la posibilidad de que los occidentales entendiéramos su obra, ya que la única persona capaz de entender es él mismo, incluso en aquellos momentos en los que ni siquiera el autor tiene claro que es lo que está haciendo) sus performances en las que permanece en una actitud inmóvil, casi como si de una escultura de piedra se tratara que acaba por desconcertar a un espectador que espera que suceda algo que no termina de producirse, generándose una tensión no resuelta que incomoda y que obliga a la reflexión.

12 metros cuadrados (12 Square Meters, fotografía color, 1994) es el título de una de sus intervenciones en la que permaneció durante una hora sentado en un aseo público del capital china, con su cuerpo untado de miel y aceite de pescado para denunciar el estado lamentable en el que se encuentran los servicios públicos del país. La fotografía de ese momento, nos muestra a una persona que logra mantener su entereza y su semblante inmutable en medio de la podredumbre y del hedor que casi se materializa ante nuestros propios ojos.

"Hacer arte olvidándote de la propia existencia, hacer lo que la naturaleza te reclama y emplear el mayor esfuerzo posible en realizar las cosas pequeñas"

viernes, 22 de junio de 2007

El Público (Federico García Lorca)


Solo del pastor bobo

El pastor bobo guarda las caretas,
las caretas
de los pordioseros y de los poetas
que matan a las gipaetas
cuando vuelan por las aguas quietas.
Careta
de los niños que usan la puñeta
y se pudren debajo de una seta.
Caretas
de las águilas con muletas.
Careta de la careta
que era de yeso de Creta
y se puso de lanita color violeta
en el asesinato de Julieta.
Adivina, adivinilla, adivineta,
de un teatro sin lunetas
y de un cielo lleno de sillas
con el hueco de una careta.
Balad, balad, balad, caretas.
Los caballos se comen la seta
y se pudren bajo la veleta.
Las águilas usan la puñeta
y se llenan de fango bajo el cometa.
Y el cometa devora la gipaeta
que rayaba el pecho del poeta.
¡Balad, balad, balad, caretas!
Europa se arranca las tetas,
Asia se queda sin lunetas
y América es un cocodrilo
que no necesita careta.
La musiquilla, la musiqueta
de las púas heridas y la limeta.

jueves, 21 de junio de 2007

La delgada línea roja (The thin red line, Terrence Malick, 1998) (y III)

Un poema visual de casi tres horas de duración. Esa es la única forma que encuentro para recoger todo el cúmulo de sensaciones que me transmitió el visionado de esta auténtica obra maestra, quién sabe si la obra definitiva por lo que al cine bélico se refiere, plagada de metáforas, de preguntas que van directas a la línea de flotación, con un elenco de actores que cumplen la difícil misión que les encomienda el director incluso mucho más allá del mero cumplimiento del deber, con una banda sonora sutil, que casi se nos esconde pero que pone en todo momento el acento adecuado; y con una fotografía que convierte al paisaje en un protagonista vivo, en ocasiones, más vivo que los personajes de carne y hueso, para terminar de redondear una obra a la que no le sobra ni un solo segundo de su largo metraje.

El director utiliza una de las batallas más sangrientas de la guerra en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, como fue la conquista de Guadalcanal, para trazar una película que entra de lleno en los campos de la poesía, la filosofía existencial, e incluso en la metafísica. Para ello utiliza un reparto coral con el individuo como absoluto protagonista, un individuo múltiple que comparte el mismo rostro ("Todos los rostros son el mismo hombre. Un único ser") enfrentado a una situación límite en la que afloran todos los miedos, angustias, dudas y lo absurdo de verse obligados a enfrentarse con el duro rostro de la muerte.

Una situación a la que cada uno intentará sobrevivir agarrándose a sus creencias religiosas, al amor por una mujer, o al cinismo. Todas ellas armas para poner a salvo la fragilidad del mundo interior de cada uno y no perder la condición humana, no perder de vista la belleza, esa vida que la propia naturaleza pone a prueba todos los días en un eterno ir y venir entre la muerte y el renacer ("¿Qué significa esta guerra en el corazón de la naturaleza? ¿Por qué la naturaleza compite consigo misma? ¿Hay alguna fuerza vengadora en la naturaleza?")

Paraíso, infierno, luz y oscuridad

El paraíso y el infierno se dan la mano en esta guerra, en cualquier guerra, con el aire roto por el vuelo de los obuses y las criaturas inocentes (uno de los momentos de mayor impacto es la imagen del ave con su cuerpo roto por la metralla o el soldado que en medio de la lluvia de balas se para a acariciar una hoja) sufren las consecuencias del delirio de unos humanos empeñados el olvidarse de la bondad primigenia con la que fueron dotados para que vivieran en paz con sus semejantes.

Película luminosa y oscura al mismo tiempo, de luces tamizadas por una vegetación exuberante en la que se mueven pájaros de alegres colores, que luego se transmuta en oscuridad por la propia densidad del follaje y por la niebla, en medio de la cual se desarrolla uno de los combates decisivos de la película, y que le sirve al director para difuminar totalmente las fronteras de la barbarie, porque aquí no hay ni buenos ni malos, sólo seres humanos sin esperanza, "encerrados en una tumba de la que no pueden salir, interpretando un papel que no han elegido", mientras algunos juegan con sus vidas para conseguir alimentar su ego, tener una medalla llena de sangre ajena más que llevarse al pecho, mientras siguen de lejos el espectáculo de unos cuerpos ultrajados, vejados, mutilados, violados de la peor de las maneras.


Parejas de opuestos

En la película hay dos parejas de opuestos muy interesantes. Por un lado estaría la que forman el soldado Witt (Jim Caviezel) y el sargento Edward Welsh (Sean Penn), y, por el otro, estarían el coronel Gordon Tall (Nick Nolte) y el capitán Staros (Elias Koteas).

Witt y Welsh son dos personas muy diferentes entre sí y, al mismo tiempo complementarios. Witt tiene una comprensión profunda de la violencia que subyace en la naturaleza y también de la muerte. Su estancia con una tribu melanesia, le sirve para meditar acerca de todo ello, de trascender a esa dimensión que se nos abre cuando las preguntas esenciales golpean nuestro cerebro. Desde la playa recuerda, desde lo primigenio llega a la fuente de todo lo vivo.


Cuando vuelve a su mundo cuenta lo que ha visto al sargento Welsh, una persona acostumbrada a pensar como individuo, no como parte de una colectividad, y para el que la única salvación posible en este mundo (y para él no hay otro) es la que cada uno se busque. La vida como sufrimiento solitario en la que no cabe el sentido colectivo de Witt, un creyente en la idea de que existe algo común para todos los hombres que borra las diferencias aparentes y los transforma en un único ser universal. Witt quiere que su muerte tenga sentido y afrontarla con la serenidad suficiente para alcanzar la trascendencia, la inmortalidad en última instancia.


Welsh no piensa en la gloria, ni en lo universal, es un individuo sin fe, que sabe de la falsedad que se oculta detrás de una guerra, en un mundo que es una gran mentira y en la que sólo cabe el brillo efímero de lo individual. Su caparazón se resquebraja por un momento y una lágrima furtiva se escapará de sus ojos cuando su soledad se haga patente con una dureza capaz de hacer una grieta en sus muros de contención.


El coronel Tall, a pesar de tener conciencia de su indignidad, no duda en arriesgar las vidas de cuantos hombres sean necesarios con tal de conseguir el éxito, esa victoria que le ponga bajo los ojos de sus superiores, que justifique su presencia en esa guerra. Para ello, en una escalada enloquecida, no duda en manipular a sus hombres, a jugar con sus egos, a mentir si es necesario, en un desprecio absoluto por el sufrimiento ajeno. Hay que conseguir el fin propuesto sin que los medios importen.

Su opuesto es el capitán Staros, un hombre que reza, que pide ayuda a la divinidad antes de afrontar el combate, que no quiere defraudar a sus soldados y evitar muertes absurdas. Su conciencia humanista late debajo de una guerrera de camuflaje, bajo la que se siente como un padre que tiene que proteger a sus hijos aún a sabiendas de que no siempre va a poder ser así. Por eso siente una tristeza de esas que se pegan al alma para no irse jamás cuando Tall lo envíe a casa por discutir sus órdenes suicidas.

Las colinas azules

La primera imagen de la película es un cocodrilo hundiéndose en las aguas, metáfora de lo primitivo, de lo instintivo, de ese cerebro reptiliano que llevamos con nosotros y que nos conecta con las fuerzas más ancestrales de la naturaleza, fuerzas también capaces de hacer que la vida brote por medio de esa planta que nace en medio de la playa que marca el final de la película y que nos deja un rayo de esperanza en medio del desastre. Al fin y al cabo, el amor es imperecedero y ninguna guerra podrá acabar con él, convertido en el asidero que nos queda, la esperanza que todos buscamos, el camino que nos conducirá a las colinas azules.

martes, 19 de junio de 2007

La delgada línea roja (The thin red line, Terrence Malick, 1998) (II)


No hay nada que te haga olvidarla, aunque vuelvas a empezar de cero. La guerra no ennoblece a los hombres. Los convierte en bestias. Corrompe su espíritu.

Mi querida esposa. Tanta sangre e inmundicia me revuelven las tripas y el ruido me atormenta. Intento que esto no me afecte. Quiero ser el mismo de antes cuando vuelva a tu lado. ¿Cómo podemos llegar a otras orillas? A las colinas azules. El amor ¿de dónde proviene? ¿Quién aviva su llama? Ninguna guerra podrá apagarla, ni robarla. Yo estaba prisionero y tú me liberaste.

Éramos una familia. Tuvimos que separarnos y nos distanciamos. Y ahora estamos en bandos enfrentados. Nos arrebatamos la luz unos a otros. ¿Cómo perdimos la bondad que nos fue otorgada? La dejamos escapar, la desparramamos sin miramientos. ¿Qué nos impide extender la mano y alcanzar la gloria?

Un hombre contempla un ave moribunda y piensa que sólo existe el dolor, que la muerte tiene la última palabra y se ríe de ella. Otro hombre ve la misma ave y siente la gloria. Le recorre una sensación de bienestar.

Todo es mentira. Todo lo que oímos, lo que vemos. Cuántas mentiras escupen. Cambian constantemente uno tras otro. Esto es un ataúd, un ataúd móvil. Nos quieren muertos o viviendo su mentira. Lo único que puede hacer aquí un hombre es encontrar algo que sea suyo, crear una isla para él solo. Si no llego a conocerte en esta vida, déjame sentir tu presencia. Una mirada de tus ojos y mi vida será tuya.

¿Dónde estuvimos juntos? ¿Quién eres tú que estuviste a mi lado? ¿Quién caminó conmigo? El hermano, el amigo. La oscuridad tras la luz, el conflicto tras el amor, ¿son el producto de una sola mente o las facciones de un mismo rostro? Oh, alma mía, déjame entrar en ti. Mira a través de mis ojos, contempla las cosas que has creado. Mira como brillan.

lunes, 18 de junio de 2007

La delgada línea roja (The thin red line, Terrence Malick, 1998) (I)


¿Qué significa esta guerra en el corazón de la naturaleza? ¿Por qué la naturaleza compite consigo misma? Como la tierra hace con el mar. ¿Hay alguna fuerza vengadora en la naturaleza? ¿O no sólo una sino dos?

Recuerdo a mi madre cuando estaba a punto de morir. Había encogido y su piel se volvió gris. Le pregunté si estaba asustada. Dijo no con la cabeza. Me dio miedo la forma en que llegó su muerte. No vi belleza ni esperanza cuando ella se reunió con Dios. La gente suele hablar de la inmortalidad, pero yo no la vi. Me preguntaba cómo sería mi muerte. Qué se debe sentir al comprender que ese será tu último aliento. Espero saber afrontarlo del mismo modo que ella. Con la misma… serenidad. Porque ese es el secreto, ahí se oculta la inmortalidad.

He trabajado como un burro. Les he lamido el culo a los generales. Me he degradado por ellos, por mi familia, por mi hogar. Todo lo que sacrificaron por mí se perdió como el agua sobre la tierra. Lo que yo podría haber dado por amor, pero ya era tarde. Mi corazón había muerto lentamente. Cuanto más cerca estás del César, mayor es el temor.

¿Por qué iba a tener miedo a la muerte? Te pertenezco a ti. Si caigo yo primero, te esperaré allí, al otro lado de las oscuras aguas. Te necesito ahora.

¿Quién eres tú que adoptas tan diferentes formas? De tu muerte nadie escapa, pero también eres la fuente de todo lo que ha de nacer. Eres gloria, misericordia, paz, verdad. Aportas calma al espíritu, comprensión, valor y colmas los corazones.

Tal vez los hombres posean una sola alma de la que todos formamos parte. Todos los rostros son el mismo hombre. Un único ser. Todo el mundo busca la salvación por sí mismo, como un ascua separada de la hoguera.

He matado a un hombre. No hay nada peor. Es peor que la violación, pero nadie me condenará por ello.

Encerrados en una tumba de la que no pueden salir, interpretando un papel que no han elegido.

¿Eres honrado? ¿Amable? ¿En esto se basa tu confianza? ¿Todo el mundo te quiere? A mí también me querían ¿Acaso imaginas que tú dolor será menos intenso porque amabas la bondad o la verdad?

Esta terrible crueldad ¿de dónde sale? ¿Cómo ha arraigado en el mundo? ¿De qué semilla, de qué raíz ha brotado? ¿Y de quién es obra? ¿Quién nos mata, nos arrebata la vida y la luz? Se burla de nosotros mostrando lo que podríamos haber conocido. ¿Acaso esta destrucción beneficia a la tierra? ¿Ayuda a que crezca la hierba o que luzca el sol? ¿También en ti hay esta oscuridad? ¿Has vivido esta negra noche?

¿Qué sois para mí? Nada.

Horas como meses. Días como años. Viví una época dorada. Pisé las orillas de un nuevo mundo.

jueves, 14 de junio de 2007

Sueños de seductor (Play it again, Sam. Woody Allen, 1972) (I)

Comedia excelente de diálogos chispeantes, inteligentes, brillantes y situaciones más que divertidas, está planteada como un homenaje, primero al Bogart de Casablanca y, después, a toda esa serie de duros que cruzaban aquellas pantallas en blanco y negro y a los que ninguna mujer podía evitar caer rendida a sus pies. Hombres duros, que ocultaban sus sentimientos bajo una capa de cinismo protector y con un código de honor a prueba de sentimentalismos baratos.

El título original es Play it again, Sam, mítica frase de Casablanca, el inicio de la película con el protagonista viendo el final de esa película, lo que enlaza también con el final de la propia historia de Allen en un aeropuerto en el que un Dakota está calentando los motores para despegar mientras el trío de actores se despide, en una parodia absolutamente fantástica de aquella historia inolvidable. Además el personaje que interpreta Allen vive en una casa decorada con multitud de carteles de películas entre las que las de Bogart tienen un lugar muy especial.


Primera película del dúo Allen – Keaton que luego tantos buenos resultados lograría a lo largo de los años, en la que se cuenta como un cinéfilo empedernido ve como su mujer le abandona porque no se ríe lo suficiente con él, lo que le hace entrar en una espiral de inseguridad, de neurosis que tiene mucho de autohipnótica, en una sociedad absolutamente enganchada a los ansiolíticos, los antidepresivos y los divanes de los psicólogos.

El caso es que Allan, que así se llama el personaje de Allen, empieza a tener alucinaciones en las que se le aparece Humphrey Bogart, con su gabardina, su sombrero y su pitillo inmortales, para ofrecerle consejos de cómo ligar con las chicas. Consejos que salen de las películas de los años 30 y que difícilmente son aplicables al San Francisco de inicios de los 70… ¿o sí?

Un matrimonio de amigos, el que forman Dick (Tony Roberts) y Linda (Diane Keaton) le irán presentando chicas con las que Allan tendrá relaciones que nacen y mueren en la misma noche en la que se conocen. Allan no se verá capaz de mostrar lo mejor de sí mismo para iniciar ese proceso de seducción y lo único que conseguirá será portazos en la narices o que se las parten en bares de mala muerte y peor reputación.

Hasta que descubre a una mujer con la que sí consigue ser él mismo, probablemente porque en principio sólo son amigos, pero el sexo vendrá a complicarlo todo y la historia, como en aquellas en blanco y negro, se reconducirá por el camino de la amistad, porque hay cosas que a un amigo no se le hacen, caramba.

Sueños de seductor (Play it again, Sam. Woody Allen, 1972)

- No quiero pensión alimenticia, puedes quedarte con todo, sólo quiero ser libre.
- ¿No deberíamos discutirlo?
- Lo hemos discutido ya cincuenta veces. Es inútil.
- ¿Por qué?
- No lo sé. No soporto el matrimonio, no te encuentro nada divertido, no me siento atraída por ti, no me interesas físicamente. ¡Oh! Por lo que más quieras Allan, no lo tomes como una cosa personal.
- No lo tomaré como cosa personal, simplemente me mataré y listo

Nancy (Susan Anspach) y Allan (Woody Allen)

- Convertiré esto en un night-club. Ya verán las chicas que traeré aquí. Ya verán: bailarinas, trapecistas, ninfómanas, protésicas dentales…

Allan

- ¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo ser un tipo frío? ¿Cuál es el secreto?
- No hay ningún secreto, muchacho. Las mujeres son muy simples. No he conocido a ninguna que no comprendiera lo que significa una bofetada en la boca o una bala del 45.

Allan (Woody Allen) y Bogart (Jerry Lacy)

- ¿Quieres una aspirina también?
- ¡No!
- ¡Oh! Si me las he acabado todas. ¿Quieres Darvan, Linda?
- Bueno, sí. Mi psiquiatra ya me dijo que tomara Darvan cuando tuviera jaqueca.
- Yo también tenía jaquecas, pero me las curó mi psiquiatra. Ahora cojo unos resfriados enormes.
- Yo sigo con las jaquecas pero es debido a la tensión.
- Según mi psiquiatra, para ponerme bien del todo necesito una lobotomía.
- Yo, cuando el mío está de vacaciones, me pongo a morir.
- ¿Porqué no os casáis y vivís en un hospital?
- ¿Quieres agua tónica con el Darvan?
- ¿No tienes zumo de manzana?
- Zumo de manzana y Darvan. Estupenda combinación.
- ¿Has probado el Librum con zumo de tomate?
- Yo no, pero otro neurótico amigo mío me ha dicho que es algo increíble.

Allan, Dick (Tony Roberts) y Linda (Diane Keaton)

- ¿Sabes una cosa? Creo que has invertido los papeles, muchacho. Es ella la que tiene que oler bien para ti. Y no se te ocurra decirle que no bebes, podría tomarte por un boy scout. Y no te pongas nervioso, al fin y al cabo lo único malo que puede pasarte es que resulte ser virgen o policía.
- Con mi suerte será las dos cosas.

Bogart y Allan

- Es un Jackson Pollock precioso.
- Si que lo es.
- ¿Qué le sugiere a usted?
- Ratifica la absoluta negatividad del Universo. El odioso vacío solitario de la existencia. La nada. El predicamento del hombre dedicado a vivir una desierta eternidad sin Dios, como una diminuta llamita que relampaguea en un inmenso vacío donde sólo hay desperdicio, horror y degradación, formando una inútil camisa de fuerza que aprisiona un cosmos absurdo.
- ¿Qué haces el sábado por la noche?
- Me voy a suicidar.

Allan y una desconocida

- Unos tipos se pusieron un poco pesados con Julie y tuve que darles una lección.
- ¿Y estás bien?
- Sí, muy bien. Le aticé con la barbilla al puño de uno y al otro le golpee en plena rodilla con la nariz.
- ¿Dónde está Julie?
- Se ha ido con el más alto. Creo que se van a casar. Ahora estarán camino de México. De todos modos, no había nada que hacer, ella es protestante y yo católico y hay un abismo religioso entre los dos.

Allan y Dick




- ¿Querías hablarme?
- Sí.
- Bien.
- ¿Bebes?
- Sí.
- ¿Whisky?
- Sí.
- ¿Solo?
- No.
- ¿Soda?
- Sí.
- Linda y yo nos queremos.
- Eso es magnífico. Acaba de verme le médico y me da dos meses de vida.
- ¿Entonces, no te importa?
- En absoluto.
- A tu salud.
- A la tuya.

Dick y Allan

- Eso es todo lo que hay que hacer.
- Para ti es fácil porque eres Bogart.
- Todo el mundo lo es, muchacho, en determinados momentos. Tú mismo, ahora vas a hacer algo increíble. Dejar marchar a una mujer estupenda por no hacer daño a un amigo. Si yo hiciera eso no quedaría un solo ojo seco en el cine.
- Ya, pero es que yo lo siento así.
- Razón de más para que puedas enorgullecerte.
- ¿Tú crees?
- Seguro. Muchacho, en la vida hay otras cosas además de las mujeres y una de ellas es saber que has hecho algo bueno por un amigo. Piénsalo, chico.

Bogart y Allan

- Eso ha sido grande. Muchacho, has conseguido crear un estilo propio.
- Sí, tengo un cierto estilo personal ¿verdad?
- Bueno, creo que ya no vas a necesitare más. No hay nada que yo pueda decirte que ya no sepas ahora.
- Creo que es cierto. El secreto consistía no en ser tú sino en ser yo. La verdad es que tú no eres muy alto y sí bastante feo, pero yo también soy lo bastante bajo y feo como para tener éxito por mí mismo.
- Te deseo buena suerte, muchacho.

Bogart y Allan

miércoles, 13 de junio de 2007

Helmut Newton (Berlín, 1929 – Los Angeles 2004)

Retratos, desnudos, moda y paisajes son los cuatro grandes temas en los que se resume la magna obra de uno de los fotógrafos más importantes de la historia, como es Helmut Newton, un judío alemán que escapó de su país en 1938, justo antes de que empezara la persecución sistemática de los judíos, rumbo a Singapur para recalar finalmente en Australia, país del que adoptaría la nacionalidad, y desarrollar completamente los conceptos que había empezado a aprender en el estudio de la fotógrafa Yva. Luego pasaría a vivir con vistas al Mediterráneo desde Montecarlo.

Sexo y glamour son claves en la producción de este fotógrafo (él rechazaba la denominación de artista), con mujeres desnudas o vestidas de una forma andrógina, enmarcadas en paisajes lujosos como vestíbulos de hotel, grandes salones, habitaciones majestuosas o castillos.

Son mujeres orgullosas de serlo, que se saben poderosas y no tienen miedo de mostrar ese poder, sensación que transmiten incluso cuando aparecen vestidas de forma exigua, pero bien maquilladas, con joyas caras y subidas sobre altos zapatos de tacón que les dan un fuerte aire fetichista, pero que también contribuyen a la imagen de lejanía, de frialdad, de colocarse más allá de un espectador al que en ocasiones miran con desdén, o nos se muestran esquivas, en un juego que nos atrapa en la telaraña que el fotógrafo ha tejido después de un largo proceso de elaboración.

Newton lleva el concepto de cuerpo femenino más allá de la feminidad, acercándolo a cánones del clasicismo griego con ese punto de perfección, de equilibrio, de composición armónica tan caro a los griegos del siglo V. Pero la obra de Newton es más compleja que todo eso, porque a pesar de ello, en muchas de sus fotografías nos encontramos con un elemento de incertidumbre casi angustiante, casi como si quisiera que sus modelos fueran rabiosamente contemporáneas y compartieran con el ciudadano de a pie sus mismos sentimientos de encontrarse perdidos en calles paupérrimamente iluminadas o en grandes espacios abiertos donde la naturaleza empequeñece al hombre.

Quizás sea esa perfección en los cuerpos, ese equilibrio y una, por supuesto, enorme carga sugestiva, además del absoluto dominio de la técnica fotográfica, lo que hace que sus obras sean intemporales, tengan un valor trascendente que nos obliga a observar cada una de sus fotografías con la esperanza de penetrar en lo que se oculta allí detrás, incluso a pesar de que Newton afirmaba que “Mi aproximación se aleja de un extremo demasiado intelectual. Es más visceral que intelectual.”

Murió un 23 de enero de 2004, cuando contaba 83 años de edad, al estrellarse con su coche contra el hotel Chateau Marmont en la ciudad estadounidense de Los Angeles.

lunes, 11 de junio de 2007

Guerrilla Girls


En el año 1985 el Metropolitan Museum de Nueva York organizó una exposición con la que pretendía revisar la historia del arte contemporáneo hasta ese momento, para lo que recopiló la obra de alrededor de 180 artistas. La gran mayoría, en concreto 169, eran hombres. La exposición que organizaron bajo el título The Night the Palladium Apologized es el punto de inicio de las Guerrilla Girls.

Este colectivo de mujeres artistas decidió adoptar el anonimato como seña de identidad, de tal forma que sus integrantes firmaban sus manifiestos y obras artísticas utilizando los nombres de mujeres artistas, escritoras o vinculadas de diversas maneras al mundo del arte, como fueron Frida Kahlo, Eva Hesse o Gertrude Stein por citar sólo algunas. En sus inicios se vanagloriaban que sólo sus peluqueros conocían sus identidades. Lo cierto es que se ignora quiénes fueron aquellas Guerrilla Girls iniciales, y que luego tendrían su réplica europea en Francia y Gran Bretaña.


Además adoptaron como disfraz una máscara de gorila, imitando a la incomparable Marlene Dietrich, cuando en La venus rubia vistió un disfraz de gorila que parece que causó hasta pánico entre los espectadores de los años 30. El vestuario se completaba con minifaldas, medias de rejilla y tacones altos.

Todo eso ya nos da la clave irónica en la que se movían sus mensajes e intervenciones, utilizando para ello como vehículo las pancartas publicitarias, los posters y otro tipo de publicaciones capaces de hacer llegar sus propuestas y eslóganes de una forma rápida y directa sin que nada escapara de sus afilados dardos, desde el aborto, la pobreza, la violación. Contrarias a la corrección política, organizaron actos de protesta de lo más variado y crearon falsos premios artísticos para denunciar la manipulación existente en el mundo del arte.


Uno de sus carteles preguntaba: “¿Cuál es la diferencia entre un prisionero de guerra y una persona sin casa? Respuesta. Bajo la convención de Ginebra, un prisionero de guerra tiene derecho a comida, refugio y atención médica.”

Este original movimiento se formalizaría en 1999 como Guerrilla Girls Inc, y un año más tarde, aparecerían las Guerrilla Girls on Tour y otra sección bautizada como Guerrilla Girls Broad Band. Resultado de ello fue el inicio de un litigio judicial en 2003 acerca de la utilización de la denominación Guerrilla Girls, probablemente derivado de la transformación que sufrió un movimiento que nació como una protesta en contra del sexismo en el mundo del arte, para pasar a ser un movimiento integrado en el mercado artístico con la consiguiente generación de beneficios.

Algunos de sus trabajos

Delante del Metropolitan Museum de Nueva York instalaron en 1989 en el que preguntaban: “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Metropolitan? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos."

Bomba de Estrógenos

Afrontémoslo, a través de la historia han sido los hombres los que se han convertido en guerreros, declarado la guerra a otros y combatido hasta la muerte. Así que se puede decir que la guerra tiene un origen biológico: la raza humana es víctima desde hace mucho de un Envenenamiento de Testosterona Tóxica. Esta infección mortal golpea a los hombres en todos los lugares: les hace creer que tienen la razón y les lleva a la violencia física en forma de combate, terrorismo, maltrato doméstico...

Durante años, las Guerrilla Girls han estado proponiendo un antídoto contra esta infección mortal... el arma de educación masiva que el mundo necesita... ¡la Bomba de Estrógenos! Cuando se deje caer en un área de conflicto creemos que las altas concentraciones de estrógenos provocarán que los combatientes tiren las armas, se den un fuerte abrazo, pidan disculpas y se ofrezcan a limpiar el lío formado. ¡Insistimos en el despliegue inmediato de la Bomba de Estrógenos en Afganistán y Washington! Por favor, comuníquennos cualquier otro lugar donde debería ser lanzada.



El verdadero sistema nacional de alerta terrorista

Bajo: El presidente monta en caballo y pasa la escoba en el rancho.

Moderado: El presidente limita los derechos civiles de los inmigrantes.

Elevado: El presidente tiene una idea: ocupar los campos petrolíferos iraquíes y dárselos a los colegas de la industria del petróleo.

Alto: El presidente ignora la oposición mundial y envía 100.000 soldados al Golfo.

Severo: El presidente ataca y bombardea Iraq: miles de muertos.

El sistema nacional de alerta terrorista para las mujeres

Bajo: El presidente monta en caballo y pasa la escoba en el rancho.

Moderado: El presidente pone a un hombre en la FDA (Foods and Drugs Agency) que piensa que la oración es el mejor tratamiento para el síndrome premenstrual.

Elevado: El presidente nombra a jueces opuestos al derecho a la acción afirmativa y al aborto.

Alto: El presidente se niega a firmar los tratados internacionales sobre la discriminación contra las mujeres.

Severo: El presidente afirma que las mujeres ya tienen derechos: pueden alistarse en el ejército, combatir en una guerra impopular y matar a gente inocente.

Firmado: Guerrilla Girls


jueves, 7 de junio de 2007

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968) (I)

“Los androides también se sienten solos”. Esa frase puesta en boca de la andrilla Pris, creo que resume muy bien el elemento que está presente desde la primera página hasta la última de esta novela escrita por Philip K. Dick en 1968 y que sirvió de base a la película Blade Runner (Ridley Scott, 1982), como es la soledad.

Un sentimiento que comparten todos los personajes, humanos y andrillos (replicantes en la película), obligados a moverse en un mundo postbélico en ruina, contaminado, con la naturaleza arrasada y donde se invita a los habitantes de la Tierra a buscar tierras de promisión en otros planetas. Edificios ruinosos, abandonados, silenciosos, habitados por unos seres desorientados que se esfuerzan por mantener una apariencia humana siquiera lejana en la que poder reconocerse.

Un mundo sin afecto, donde los sentimientos se pueden regular a voluntad gracias a una máquina que permite escoger el estado de ánimo, incluida la depresión, que ayude a pasar el día mientras el proceso de degradación continúa imparable en una espiral de lo absurdo en una existencia que está llamada a la desaparición sin huella, sin posibilidad de trascendencia. Una vida sin pasado, sin futuro y con un presente que no conduce a parte alguna.

Al escritor alemán Heinrich Böll se le atribuye la frase: “el soldado que empieza a pensar, casi ha dejado de serlo.” Algo de eso le ocurre al protagonista principal de la novela y de la película, Deckard, cuyo trabajo consiste en “retirar” a aquellos andrillos (criaturas artificiales hechas a imagen y semejanza del hombre del que únicamente se diferencian por su falta de empatía) que entran en el planeta Tierra. Cuando empiece a sentir empatía hacia esas criaturas entrará en crisis, en un proceso de deshumanización marcado por su instinto de cazador.

Por su parte, los andrillos ocupan el papel de víctimas, de perseguidos injustamente por querer vivir y hacer lo mismo que los humanos, a los que superan en capacidades intelectivas. Seres perseguidos de una forma inhumana por unos cazadores de bonificaciones (así se les llama en la novela) que hace que el lector no se quede indiferente ante esa persecución despiadada a la que se les somete.

Antes eran simples objetos a “retirar”, y ahora se da cuenta de que son seres vivos que lo único que intentan es sobrevivir como lo haría cualquier humano. Entonces las fronteras que diferencian a unos de otros se difuminan y sólo el amor (o casi se podría decir, la parodia de sentimiento) hacia los animales, sean estos reales o artificiales, parece la última frontera.

¿Podríamos considerar humana a una criatura creada por el hombre de forma artificial siguiendo todos los parámetros humanos? ¿Qué es lo que nos convierte en específicamente humanos?

En http://nataliabook.blogspot.com están colgando una serie de artículos muy interesantes sobre diferentes aspectos de esta novela.

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968)

Un silencio que emanaba del suelo y de las paredes y parecía generado por una vasta usina lo golpeó con tremenda energía. Brotaba de la moqueta gris en jirones, de los utensilios total o parcialmente destrozados de la cocina, de las máquinas muertas que no habían funcionado en ningún momento desde que Isidore había llegado. Rezumaba de la inútil lámpara de pie del cuarto de estar, combinándose con el que descendía, vacío y sin palabras del cielorraso manchado por las moscas. En realidad, surgía de todos los objetos que tenía a la vista, como si él – el silencio – se propusiera reemplazar todos los objetos tangibles. Por eso no solamente afectaba sus oídos sino también sus ojos: mientras contemplaba el aparato de televisión inerte sentía el silencio como algo visible y, a su modo, vivo. ¡Vivo! Con frecuencia había percibido antes la severidad de su cercanía: cuando llegaba, irrumpía sin delicadeza, evidentemente incapaz de esperar. El silencio del mundo no podía refrenar su codicia. Y menos ahora, cuando ya virtualmente había vencido.

Las leyes locales prohibían la facultad de invertir tiempo en devolver seres humanos a la vida; se lo dijeron claramente cuando tenía dieciséis años. Pero había continuado haciéndolo secretamente durante un año más, en los bosques que aún quedaban. Y entonces, una anciana a la que jamás había visto ni oído, habló. Y sin el consentimiento de sus padres, ellos – los asesinos – bombardearon aquel nódulo único que se había formado en su cerebro, lo destrozaron con cobalto radiactivo y eso lo hundió en un mundo diferente, de cuya existencia jamás había sospechado. Era un pozo de huesos y cadáveres de donde había salido tras años de esfuerzo. El burro, y en especial el sapo, las criaturas que más le importaban, habían desaparecido, se habían extinguido. Sólo quedaban fragmentos podridos, una cabeza sin ojos, parte de una mano. Por fin un ave que había ido a morir allí le dijo dónde estaba. Había caído en el mundo-tumba. No podría salir mientras los huesos dispersos a su alrededor no volvieran a ser criaturas vivientes: él estaba unido al metabolismo de otras vidas, y no volvería a vivir mientras ellas no vivieran.

Para Rick Deckard, un robot humanoide fugitivo, equipado con una inteligencia superior a la de muchos seres humanos, que hubiera matado a su amo, que no tuviera consideración por los animales ni fuera capaz de sentir alegría empática por el éxito de otra forma de vida, ni dolor por su derrota, era la síntesis de los Asesinos.

- Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce. Por ejemplo, si se va usted a la cama y deja un poco de kippel en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces más. Cada vez hay más. (…)
- Nadie puede vencer al kippel – continuó -, salvo, quizás, en forma temporal y en un punto determinado, como mi apartamento, donde he logrado una especie de equilibrio entre kippel y no-kippel, al menos por ahora. Pero algún día me iré o moriré, y entonces el kippel volverá a dominarlo todo. Es un principio básico: todo el universo avanza hacia una fase final de absoluta kippelización.

Al recordarlo, se preguntó si Mozart había tenido la intuición de que el futuro no existía, de que ya había utilizado todo su breve tiempo. Quizá también yo lo haya hecho, pensó Rick mientras contemplaba el ensayo. Este ensayo terminará, la representación también, los cantantes morirán y finalmente la última partitura de la música será destruida de un modo u otro, el nombre de Mozart se desvanecerá y el polvo habrá vencido, si no en este planeta en otro cualquiera. Sólo podemos escapar por un rato. Y los andrillos pueden escapar de mí, y sobrevivir un rato más. Pero los alcanzaré, o lo hará algún otro cazador de bonificaciones. En cierto modo, observó, yo soy una parte del proceso de destrucción entrópica de las formas. La Rosen Asociation crea y yo destruyo. O al menos, eso debe parecerle a los androides.

Caminó por la cuesta. Cada paso le costaba más. Estaba demasiado fatigado para subir. Se detuvo a secar el sudor que caía sobre sus ojos y las lágrimas saldas, con todo el cuerpo dolorido. Enfadado consigo mismo escupió, con furia, desdén y odio a sí mismo, sobre el suelo yermo. Luego siguió trepando por aquella elevación solitaria y poco familiar, alejada de todo. Nada estaba vivo allí, aparte de él mismo.