Cajastur Oviedo, jueves 22, ocho de la tarde. Sesión doble de cine. Ayer se cerró el más que bueno, excelente, ciclo de cine que programó Cajastur en sus centros en Asturias. Grbavica o Los optimistas, fueron dos de las que se programaron en ese ciclo y de las que hago comentario en posts anteriores.
Para el cierre tocó el corto asturiano Fuera de juego y la película gallega de animación De profundis. El corto, dirigido por Iñaki Ibisate, fue premiado en la última edición del Festival de Cine de Gijón, en la sección dedicada a cortos asturianos. Una vez visto, la impresión no puede ser más que decepcionante.
Es una historia de amistad entre dos compañeros de colegio en la que se inmiscuyen constantemente los adultos, de ahí que el peso de la historia recaiga en dos niños a los que la misión les queda grande, vamos que los embarcan en una misión imposible. Pero los actores adultos tampoco es que resuelvan nada, a excepción, tal vez, de la protagonista femenina, Marga Llano, que despacha una actuación simplemente correcta, mientras el resto naufraga totalmente. Además la estructura narrativa del corto hace que haya cosas que no se entiendan bien, con unos personajes adultos desdibujados, y una historia entre los chavales que no termina de despegar en ningún momento. Decepcionante.
De profundis, dirigida por Miguelanxo Prado, un animador que ya ha cosechado premios fuera de España y que trabajó para la factoría Spielberg en Men in black, es una historia que rebosa arte y poesía por los cuatro costados.
Arte, porque en los dibujos se pueden ver influencias de la época azul de Picasso, de Toulouse-Lautrec, del simbolismo, los prerrafaelitas, van Gogh, tal vez Willian Blake, o David Hockney. Historia de una pareja que vive en un palacete-isla, músico ella y pintor que tiene en el mar su principal fuente de inspiración, él.
Un día él se embarca en un barco de pesca para tomar apuntes de los peces que se van capturando. Una galerna provoca un naufragio que es el inicio de un viaje por los fondos marinos de la mano de una sirena, a la que él ya había pintado tal como es sin haberla visto antes, que le descubrirá toda la belleza que se oculta en el fondo del mar, pero también la desolación de un cementerio de barcos o de una ciudad anegada por el océano. Viaje iniciático y transformador hasta alcanzar un grado de comunión tal con las criaturas marinas que ya sólo podrá regresar convertido en una de ellas.
Una sutiles cortinas que nos invitan a asomarnos a la ventana a la que nos conduce la cámara, o una lágrima transparente que se asoma al balcón de los ojos de la mujer que espera, dan forma a dos momentos de una enorme belleza, todo ello subrayado por una banda sonora de Nani García interpretada por la Orquesta Sinfónica de Galicia, que nos tiene todo el rato con la impresión de estar viendo más un ballet que una película de animación. Excelente partitura que subraya con enorme acierto cada momento de la historia.
Para el cierre tocó el corto asturiano Fuera de juego y la película gallega de animación De profundis. El corto, dirigido por Iñaki Ibisate, fue premiado en la última edición del Festival de Cine de Gijón, en la sección dedicada a cortos asturianos. Una vez visto, la impresión no puede ser más que decepcionante.
Es una historia de amistad entre dos compañeros de colegio en la que se inmiscuyen constantemente los adultos, de ahí que el peso de la historia recaiga en dos niños a los que la misión les queda grande, vamos que los embarcan en una misión imposible. Pero los actores adultos tampoco es que resuelvan nada, a excepción, tal vez, de la protagonista femenina, Marga Llano, que despacha una actuación simplemente correcta, mientras el resto naufraga totalmente. Además la estructura narrativa del corto hace que haya cosas que no se entiendan bien, con unos personajes adultos desdibujados, y una historia entre los chavales que no termina de despegar en ningún momento. Decepcionante.
De profundis, dirigida por Miguelanxo Prado, un animador que ya ha cosechado premios fuera de España y que trabajó para la factoría Spielberg en Men in black, es una historia que rebosa arte y poesía por los cuatro costados.
Arte, porque en los dibujos se pueden ver influencias de la época azul de Picasso, de Toulouse-Lautrec, del simbolismo, los prerrafaelitas, van Gogh, tal vez Willian Blake, o David Hockney. Historia de una pareja que vive en un palacete-isla, músico ella y pintor que tiene en el mar su principal fuente de inspiración, él.
Un día él se embarca en un barco de pesca para tomar apuntes de los peces que se van capturando. Una galerna provoca un naufragio que es el inicio de un viaje por los fondos marinos de la mano de una sirena, a la que él ya había pintado tal como es sin haberla visto antes, que le descubrirá toda la belleza que se oculta en el fondo del mar, pero también la desolación de un cementerio de barcos o de una ciudad anegada por el océano. Viaje iniciático y transformador hasta alcanzar un grado de comunión tal con las criaturas marinas que ya sólo podrá regresar convertido en una de ellas.
Una sutiles cortinas que nos invitan a asomarnos a la ventana a la que nos conduce la cámara, o una lágrima transparente que se asoma al balcón de los ojos de la mujer que espera, dan forma a dos momentos de una enorme belleza, todo ello subrayado por una banda sonora de Nani García interpretada por la Orquesta Sinfónica de Galicia, que nos tiene todo el rato con la impresión de estar viendo más un ballet que una película de animación. Excelente partitura que subraya con enorme acierto cada momento de la historia.
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