Acaba de estrenarse en España la última película de Clint Eastwood como director Banderas de nuestros padres, primera de una serie de dos centrada en la batalla de Iwo Jima, una minúscula isla del Pacífico en la que murieron alrededor de 22.000 japoneses y unos 6.000 norteamericanos en un mes de combates.
En esta película escoge dar protagonismo a los seis soldados que protagonizaron una de las fotografías más conocidas de la Segunda Guerra Mundial. Son ellos colocando una bandera en lo alto del monte Suribachi, lo que los elevaría, a los tres que vivieron para contarlo, a la categoría de héroes. Héroes a la fuerza sin constancia de serlo, ya que, al menos para uno de los personajes, los auténticos héroes son los muertos ya que ellos sólo se limitaron a sobrevivir.
Reflexión como los seres humanos necesitamos elevar a lo excepcional, comportamientos que en otras circunstancias calificaríamos simplemente de asesinato, y cómo eso sirve para aglutinar a sociedades en momentos difíciles. Soldados elevados a los altares desde los cuales se les dejará caer de forma inmisericorde cuando ya no sean de más utilidad.
Aparte de unas excelentes escenas que nos introducen de lleno en la barbarie de la guerra, la película contiene una escena en la que Doc se asoma a uno de los pasadizos excavados por los japoneses en el subsuelo de Iwo Jima para descubrir a su compañero Iggy, desaparecido la noche antes, a quien suponemos una muerte brutal. Escena que recuerda a la de Centauros del desierto (The Searchers, John Ford, 1956), cuando el personaje que interpreta John Wayne (Ethan Edwards), descubre a la familia de su hermano en una construcción semisubterránea que tampoco dejan que vea el espectador.
En Banderas, Doc se queda un momento en un contraluz muy efectista visualmente, en el quicio de la puerta que da acceso al túnel y que me recuerda al contraluz con el que se inicia Centauros, cuando Martha, la actriz Dorothy Jordan, sale a la puerta de su casa para ver la llegada de Ethan.
Ahora sólo nos queda esperar a que nos llegue la visión desde el lado japonés.
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