miércoles, 2 de junio de 2010

Katharina Fritsch (Essen, Alemania, 1956)


Un elefante de color verde, una enorme rata de color negro, una Virgen amarilla, un hombre primitivo de color blanco, un esqueleto vestido con un traje blanco… Esos son algunos de los personajes que pueblan las instalaciones de una artista a la que se incluye dentro de la corriente minimalista, sin dejar de lado la parte conceptual que tiene su obra.

Unas instalaciones ante las que tenemos la sensación de estar viendo algo que somos capaces de reconocer (algunas de sus figuras me recuerdan a aquellos soldados o indios y vaqueros de plástico con los que jugaba en mi infancia), pero que están trastocados de tal manera que nos damos cuenta de una forma meridianamente clara, de que el mensaje que se nos quiere hacer llegar no es tan real como pudiera parecer.


Eso también le da a algunas de sus obras un sutil sentido del humor, mientras que en otros casos nos llama la atención la inmovilidad, la falta de vida que nos transmiten obras como la que incluye a 32 personas exactamente iguales sentados en una mesa mientras esperan que les pongan algo de comer. Como si un espejo nos estuviera devolviendo la misma imagen repetida 32 veces, en un conjunto inquietante por la inmovilidad y el recogimiento que muestran esas figuras que parecen una aparición.

Figuras todas las que reproduce Fritsch, una escultora formada en Düsseldorf y que es una de las escultoras fundamentales para entender los últimos 20 años de escultura en Europa, de gran realismo, reproducidas a gran escala, incluso monumental, y monocromáticas. Así, mientras reconocemos esas figuras, por otro lado nos las ofrece con una apariencia que no es a la que estamos acostumbrados. Los motivos que utiliza los encuentra en la literaratura, las mitologías, la religión cristiana, el folclore, la histora.


Araceli Rico, dice en su artículo referido a Fritsch y titulado Entre el arte minimalista y la cultura pop, que “un rasgo distintivo en las producciones de Fritsch es la crítica que hace al mundo de la reproducción masiva y comercial de los objetos, entre ellos el mercado de las imágenes de culto”, en una suerte de crítica a esta era de la reproducción en serie y en la que el mercantilismo ha invadido todos los espacios posibles.

El erotismo es otro de los terrenos en los que se adentra la escultora alemana, y un ejemplo de ello es Mujer con perro (2004), una obra de la que Rico dice que “es una muestra de la gran libertad e ironía de su creadora”. Se trata de una mujer, cuya figura está representada a través de conchas de mar pintadas en color rosa “que forman su rostro, su vestido, su sombrero de ala, e incluso el perrillo que la acompaña”, escribe Azucena Rico en el artículo ya citado, para añadir a continuación que “la concha de mar remite al tema de la vagina dentada, una imagen de extrema violencia referente al poder sexual de la mujer, de la cual se habla ampliamente en la poesía y la pintura surrealista”.

En definitiva, nos encontramos ante una artista que nos deja un “perfecto balance entre lo que ofrece y lo que insinúa, dejándonos a nosotros la tarea de adivinación”, como escribe Morgan Falconer.

1 comentario:

sonoio dijo...

tremenda obra la de fristch
todo ese minimalismo inquietante
muy bueno!!
te recomiendo que pase por un blogg
la zebre blue
otro lugar como este

un abrazo alfredo